El conductismo
La vieja y la nueva psicología
en oposición
El conductismo sostiene que es la conducta del ser humano el
objeto de la psicología. Afirma que el concepto de conciencia no es preciso, ni
siquiera utilizable. Habiendo recibido una formación experimentalista, el conductista
entiende, además, que la creencia de que existe la conciencia se remonta a los
antiguos días de la superstición y la magia.
El conductista pregunta: ¿Por qué no hacer lo que podemos
observar el verdadero campo de la psicología? Limitémonos a lo observable, y
formulemos leyes sólo relativas a estas cosas. Ahora bien: ¿qué es lo que
podemos observar? Podemos observar la conducta —lo que el organismo hace o
dice. Y apresurémonos a señalar que hablar es hacer, esto es, comportarse. El
hablar explícito o con nosotros mismos (pensar) representa un tipo de conducta
exactamente tan objetiva como el béisbol.
La regla o cartabón que el conductista jamás pierde de vista
es: ¿puedo describir la conducta que veo, en términos de “estímulo y
respuesta”? Entendemos por estímulo cualquier objeto externo o cualquier cambio
en los tejidos mismos debidos a la condición fisiológica del animal; tal como
el que observamos cuando impedimos a un animal su actividad sexual, le privamos
de alimento, no le dejamos construir el nido.
Entendemos por respuesta todo lo que el animal hace, como
volverse hacia o en dirección opuesta a la luz, saltar al oír un sonido, o las
actividades más altamente organizadas, por ejemplo, edificar un rascacielos,
dibujar planos, tener familia, escribir libros, etc.
El interés del conductista en las acciones humanas significa
algo más que el del mero espectador; desea controlar las reacciones del hombre,
del mismo modo como en la física los hombres de ciencia desean examinar y
manejar otros fenómenos naturales.
Corresponde a la psicología conductista poder anticipar y fiscalizar la actividad humana. A fin de conseguirlo, debe reunir datos científicos mediante procedimientos experimentales. Sólo entonces al conductista experto le será posible inferir, dados los estímulos, cuál será la reacción; o, dada la reacción, cuál ha sido la situación o estímulo que la ha provocado.
Corresponde a la psicología conductista poder anticipar y fiscalizar la actividad humana. A fin de conseguirlo, debe reunir datos científicos mediante procedimientos experimentales. Sólo entonces al conductista experto le será posible inferir, dados los estímulos, cuál será la reacción; o, dada la reacción, cuál ha sido la situación o estímulo que la ha provocado.
Por lo regular, aunque no siempre, la respuesta
del organismo al estímulo trae aparejada una adaptación. Por adaptación sólo
entendemos que el organismo, al moverse, altera su estado fisiológico de tal
manera que el estímulo no provoca ya reacciones. Este concepto acaso parezca un
tanto complicado, pero algunos ejemplos lo aclaran. En la persona hambrienta
las contracciones del estómago la estimulan a andar incesantemente de un lado a
otro. Si mientras se mueve sin descanso, divisa manzanas en un árbol, trepa a
él de inmediato, las tantea y empieza a comerlas. Cuando está harta, las
contracciones cesarán, y aunque a su alrededor cuelguen otras manzanas no las
tomará. Otro ejemplo: el aire frío me estimula. Me muevo de un lado a otro
hasta conseguir resguardarme del viento. En campo abierto, quizá podría cavar
un hoyo. Una vez guarecido, el viento ya no provoca en mi reacción alguna. Bajo
la excitación sexual, el macho puede hacer cualquier cosa para capturar una
hembra complaciente. Satisfecha ya la actividad sexual, el incansable
movimiento de búsqueda concluye. La hembra deja de estimular al macho.
Las dos clasificaciones sensatas de la respuesta son:
“externa” “interna” —o acaso sean mejores las teorías “abierta” (explícita) e
“implícita”. Entendemos por respuestas externas o explícitas los actos
ordinarios del ser humano: inclinarse para alzar una pelota de tenis, escribir
una carta, entrar en un auto y comenzar a manejar, cavar un hoyo en la tierra,
sentarse a preparar una conferencia, bailar, flirtear con una mujer, hacerle el
amor a la esposa. Para efectuar estas observaciones no necesitamos instrumentos.
Más las respuestas pueden hallarse completamente confinadas en los sistemas
musculares y glandulares del interior del cuerpo. Supongamos un niño o una persona
mayor con hambre que se encuentra de pie, inmóvil delante de una vidriera repleta
de confituras. La primera observación de quien lo mire, podrá ser; “¡No hace nada!”
o “simplemente mira las confituras”. Un instrumento demostraría que sus glándulas
salivales segregan, que su estómago se contrae y dilata rítmicamente, y que se están
produciendo notables cambios en la presión arterial—que las glándulas endocrinas
están vertiendo sustancias en el torrente sanguíneo. Las respuestas internas o implícitas
son arduas de observar, no porque ellas sean esencialmente distintas de las exteriores
o explícitas, sino sólo a causa de que están ocultas a la mirada.
Realmente, en todos los campos científicos los sistemas son
anacrónicos. Reunimos nuestros hechos de observación, y de tiempo en tiempo
seleccionamos un grupo y extraemos ciertas conclusiones generales. En unos pocos
años, al acumular nuevos hechos de experiencia con mejores métodos, también habrá
que modificar estas conclusiones generales de ensayo. Todo campo científico —la
zoología, la fisiología, la química y la física—, se encuentra en estado de
flujo. La técnica y la tentativa de consolidarlos en una teoría o en una
hipótesis, describen nuestro procedimiento científico. Juzgado sobre esta base,
el conductismo constituye una verdadera ciencia natural.


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